Contra el estilo de cliché en el partido

CONTRA EL ESTILO DE CLICHÉ EN EL PARTIDO∗
Mao Tse-tung

El camarada Kai Feng acaba de señalarnos el propósito de la reunión de hoy. Quisiera hablar ahora acerca de cómo el subjetivismo y el sectarismo han hecho del estilo de cliché del Partido su instrumento de propaganda o forma de expresión. Luchamos contra el subjetivismo y el sectarismo, mas si no liquidamos al mismo tiempo el estilo de cliché del Partido, los dos conservarán un lugar donde esconderse. Si terminamos con ese estilo, daremos jaque mate al subjetivismo y al sectarismo, exhibiendo esos dos monstruos en sus verdaderos colores. Entonces quedarán como una rata que cruza la calle seguida por los gritos de “¡Matadla!”, y así podremos aniquilarlos fácilmente.

No es muy grave si uno escribe en estilo de cliché del Partido sólo para sí mismo. Pero si da a leer lo escrito a otra persona, se duplica el número de lectores, y eso ya causa un daño mayor. Y si fija en la pared su escrito, si lo reproduce en mimeógrafo, lo publica en los periódicos o lo imprime en forma de libro, el problema es verdaderamente serio, porque su influencia puede alcanzar a mucha gente. Los que escriben en estilo de cliché del Partido siempre desean que sus artículos sean leídos por mucha gente. Por lo tanto, es necesidad imperiosa denunciar y liquidar este estilo.
El estilo de cliché del Partido es una variante del [Pág. 37] estilo de cliché extranjero, que Lu Sin combatió hace tiempo.1 ¿Por qué, entonces, lo llamamos etilo de cliché del Partido? Porque, aparte del olor extranjero, tiene un tufillo a suelo natal. ¡Tal vez se lo pueda considerar como una creación! ¿Quién dice que nuestra gente no crea nada? ¡He aquí un ejemplo! (Carcajada general.)
El estilo de cliché del Partido ya tiene una larga historia en nuestras filas; particularmente en el período de la Revolución Agrafia, llegó en ocasiones a ser un problema muy serio.
Desde el ángulo histórico, el estilo de cliché del Partido es una reacción contra el Movimiento del 4 de Mayo.
1 La oposición al estilo de cliché, nuevo y viejo, es el consecuente espíritu de las obras de Lu Sin. El estilo de cliché extranjero fue desarrollado después del Movimiento del 4 de Mayo por intelectuales burgueses y pequeñoburgueses de conceptos mezquinos. Difundido por ellos, este estilo tuvo vigencia por largo tiempo entre las filas revolucionarias del campo cultural. Contra dicho estilo Lu Sin se manifestó en muchas de sus obras, y lo criticó en los siguientes términos:
“El estilo de cliché, sea viejo o nuevo, debe ser extirpado radicalmente […] Otro tipo de cliché es, por ejemplo, el de aquellas personas que sólo saben ‘insultar’, ‘intimidar’ y ‘pronunciar su fallo’, pero no quieren utilizar, de manera concreta y en concordancia con la realidad, las fórmulas extraídas de la ciencia, para explicar los nuevos hechos y fenómenos cotidianos, y se limitan a copiar fórmulas ya confeccionadas y a aplicarlas sin discernimiento a todos y cada uno de los hechos”. (“Respuesta a Chu Siu-sia).
Durante este Movimiento, la gente de ideas nuevas se opuso a la lengua clásica y preconizó la lengua escrita moderna, combatió el viejo dogma y propugnó la ciencia y la democracia. Todo esto fue muy justo. El Movimiento era entonces vivo, vigoroso, progresista y revolucionario. Las clases dominantes de aquel tiempo inculcaban a los estudiantes las doctrinas confucianas y obligaban al pueblo a venerar esas doctrinas como un dogma religioso; todos los autores escribían en lengua clásica. En una palabra, lo que entonces escribían y enseñaban las clases dominantes y sus acólitos era de estilo estereotipado y dogmático, tanto en la forma como en el contenido. Se trataba del viejo estilo de cliché y el viejo dogma. Un gran mérito del Movimiento del 4 de Mayo consistió en que puso al desnudo ante el pueblo la fealdad del viejo cliché y del viejo dogma y llamó al pueblo a luchar contra ambos. Otro gran mérito, ligado con el precedente, fue su lucha contra el imperialismo; pero, de todos modos, la lucha contra el viejo estilo de cliché y el viejo dogma fue una de sus grandes contribuciones. Más tarde, sin embargo, hicieron su aparición el estilo de cliché y el dogma extranjeros. Cierta gente de [Pág. 38] nuestro Partido, gente que contravenía al marxismo, los desarrolló hasta convertirlos en subjetivismo, sectarismo y estilo de cliché del Partido. Estos son el nuevo estilo de cliché y el nuevo dogma. Se encuentran tan profundamente enraizados en la mente de muchos camaradas que incluso hoy hemos de realizar grandes esfuerzos en el trabajo de reeducación. Vemos, pues, que el vivo, vigoroso, progresista y revolucionario movimiento del período del 4 de Mayo, que luchó contra el viejo estilo de cliché y el viejo dogma feudales, fue convertido luego por cierta gente en su contrario, dando origen al nuevo estilo de cliché y al nuevo dogma. Estos últimos no son vivos ni vigorosos sino muertos y rígidos; no son progresistas sino retrógrados; no son revolucionarios sino un obstáculo para la revolución. Esto significa que el estilo de cliché extranjero, o estilo de cliché del Partido, es una reacción contra la naturaleza misma del Movimiento del 4 de Mayo. Sin embargo, este movimiento tuvo también sus defectos. Muchos de los dirigentes de entonces carecían aún del espíritu crítico marxista, y sus métodos eran en general los de la burguesía, es decir, métodos formalistas. Tenían toda la razón al combatir el viejo estilo de cliché y el viejo dogma y preconizar la ciencia y la democracia. Pero, para valorar la situación de aquel tiempo, la historia y lo extranjero, carecían del espíritu crítico del materialismo histórico, consideraban lo que calificaban de malo como algo absoluta e íntegramente malo, y lo que calificaban de bueno como algo absoluta e íntegramente bueno. Esta manera formalista de abordar los problemas influyó en la evolución subsiguiente del Movimiento, el cual se dividió en dos corrientes en el curso de su desarrollo. Un sector heredó su espíritu científico y democrático y lo transformó sobre la base del marxismo; eso fue lo que hicieron los comunistas y algunos marxistas que no militaban en el Par- [Pág. 39] tido. El otro tomó el camino de la burguesía, lo cual significó el desarrollo del formalismo hacia la derecha. Pero dentro del Partido Comunista tampoco había unanimidad: una parte de sus miembros, sin haber asido firmemente el marxismo, se desviaron y cayeron en errores formalistas, es decir, en el subjetivismo, el sectarismo y el estilo de cliché del Partido, lo cual constituyó el
desarrollo del formalismo hacia la “izquierda”. De lo anterior se deduce que el estilo de cliché del Partido es, por un lado, una reacción contra los factores positivos del Movimiento del 4 de Mayo, y por el otro, una herencia, continuación o desarrollo de sus factores negativos; en modo alguno es un fenómeno fortuito. Es útil que comprendamos este punto. Si durante el Movimiento del 4 de Mayo era revolucionario e indispensable luchar contra el viejo estilo de cliché y el viejo dogmatismo, hoy para nosotros lo es también criticar a la luz del marxismo el nuevo estilo de cliché y el nuevo dogmatismo. Sin la lucha contra el viejo estilo de cliché y el viejo dogmatismo en el período del Movimiento del 4 de Mayo, la mente del pueblo chino no hubiera podido liberarse de esas trabas y China no hubiese tenido esperanza de libertad e independencia. El Movimiento del 4 de Mayo no fue más que el comienzo de esta empresa, y la liberación completa del pueblo chino de la dominación del viejo estilo de cliché y el viejo dogmatismo requiere aún grandes esfuerzos y sigue siendo una inmensa obra en el camino de la transformación revolucionaria. Si hoy no luchamos contra el nuevo estilo de cliché y el nuevo dogmatismo, la mente del pueblo chino se verá sometida a otro tipo de formalismo. Si no anulamos el efecto producido por el veneno del estilo de cliché del Partido en una parte de nuestros camaradas (claro que sólo en una parte), si no corregimos los errores dogmáticos que ellos han cometido, será imposible despertar el vivo [Pág. 40] y vigoroso espíritu revolucionario, erradicar el vicio de tomar una actitud incorrecta hacia el marxismo, y difundir y desarrollar ampliamente el auténtico marxismo; además, no seremos capaces de sostener una enérgica lucha contra la influencia del viejo estilo de cliché y el viejo dogma existente entre todo el pueblo, ni contra la del estilo de cliché y el dogma extranjeros entre mucha gente del país, y por consiguiente no lograremos el objetivo de destruir y barrer estas influencias.
El subjetivismo, el sectarismo y el estilo de cliché del Partido, los tres, son antimarxistas y no responden a las necesidades del proletariado sino a las de las clases explotadoras. Son reflejo de la ideología pequeñoburguesa en nuestro Partido. China es un país donde la pequeñoburguesía es muy numerosa; nuestro Partido está rodeado de esa enorme clase, un gran número de sus miembros provienen de ella, y es inevitable que ingresen en el Partido con su larga o corta cola pequeñoburguesa. Si no se refrena el fanatismo de los revolucionarios pequeñoburgueses ni se rectifica su unilateralidad, pueden fácilmente engendrar subjetivismo y sectarismo, una de cuyas formas de expresión es el estilo de cliché del Partido.
No es fácil arrancar y barrer estas cosas. Hay que hacerlo en la forma debida, es decir, empleando argumentos persuasivos. Si nuestros argumentos son convincentes y adecuados, surtirán efecto. En el proceso de la argumentación, debemos empezar por provocar una gran conmoción en el paciente, gritándole:
“¡Estás enfermo!”, y luego, cuando sude de miedo, aconsejarle sinceramente que se haga tratar.
Analicemos ahora el estilo de cliché del Partido para ver dónde está el mal. Vamos a presentar, a la manera del viejo estilo de cliché, un “ensayo en ocho
2 Véase “Problemas estratégicos de la guerra revolucionaria de China”, nota 36, Obras Escogidas de Mao Tse-tung, t. I.
partes”,2 administrando un veneno como an- [Pág. 41] tídoto de otro, y lo llamaremos “Los ocho cargos principales”.
El primer cargo contra el estilo de cliché del Partido es que llena de palabras vacías un número interminable de páginas. Algunos camaradas gustan de escribir artículos largos pero sin sustancia, que son como las “vendas de los pies de una mujer indolente, tan largas como hediondas”. ¿Por qué persisten en escribir artículos tan largos y por añadidura tan hueros? No hay más que una explicación: están decididos a impedir que las masas los lean. Ante estos escritos tan extensos y vacíos, las masas menan la cabeza al primer vistazo. Así, ¿qué ganas pueden tener de leerlos? Tales artículos sólo pueden engañar a los ingenuos, extender entre ellos una influencia perniciosa e inculcarles malas costumbres. La guerra contra la agresión que la Unión Soviética sostiene desde el pasado 22 de junio (1942) es de proporciones gigantescas; no obstante, el discurso de Stalin el 3 de julio no fue más largo que un editorial de nuestro Diario de la Liberación. Si uno de nuestros señores hubiera escrito dicho discurso, habría resultado una cosa terrible: un discurso de decenas de miles de caracteres por lo menos. Ahora, en tiempos de guerra, debemos estudiar la manera de escribir artículos breves y sustanciosos. Aunque todavía no hay batallas en Yenán, nuestras tropas combaten todos los días en el frente y la gente de la retaguardia está muy ocupada en su trabajo. Si los artículos son demasiado largos, ¿quién los va a leer? Algunos camaradas del frente gustan también de escribir largos informes. Gastan muchas energías para redactarlos y los mandan aquí con el propósito de que los leamos. Pero ¿quién tiene el coraje de leerlos? Si los artículos largos y vacíos no son buenos, ¿qué decir de los cortos e insustanciales? Tampoco lo son. Debemos terminar con toda palabrería. Pero la primera y principal tarea es echar [Pág. 42] de inmediato al basurero las largas y hediondas vendas de la mujer indolente. Puede haber quienes pregunten: “¿Qué hacer con El Capital, que es tan largo?” Es muy simple: continuar leyéndolo. Hay un dicho popular que reza: “Que en una nueva montaña otra sea tu canción.” Y otro dice: “Acomoda el apetito a la comida, y haz el traje según la talla.” Todo lo que hacemos debe estar en conformidad con la situación, sin exceptuar el escribir artículos y pronunciar discursos. A lo que nos oponemos es al estilo de cliché que se manifiesta en los artículos largos y vacíos, pero esto no quiere decir que todo deba ser corto para ser bueno. Claro que en tiempos de guerra necesitamos artículos cortos, pero sobre todo, sustanciosos. Los artículos sin contenido son los menos justificables y los más condenables. Lo mismo puede decirse de los discursos; debemos terminar con toda clase de peroratas difusas y sin sustancia.
El segundo cargo contra el estilo de cliché del Partido es que se da ínfulas con miras a intimidar a la gente. Algunos artículos escritos en ese estilo no sólo son largos y vacíos, sino que se muestran presuntuosos para intimidar a la gente, lo que lleva en sí un veneno de la peor especie. Escribir artículos largos y vacíos puede calificarse de un acto infantil, pero darse ínfulas con la intención
3 Título de una obra de Lu Sin, escrita en 1932 e incluida en la colección “Dialectos mixtos”, Obras Completas de Lu Sin, t. V.
de intimidar a la gente es más que eso: es prácticamente una canallada. Criticando a personas de este tipo, Lu Sin dijo: “Insultar e intimidar no es en modo alguno luchar.”3 Lo que es científico jamás teme a la crítica, porque la ciencia es verdad y no tiene miedo a la refutación. Pero el subjetivismo y el sectarismo que se expresan en artículos y discursos en estilo de cliché del Partido, tienen un miedo mortal a la refutación; son de una gran cobardía, y por eso asumen una actitud presuntuosa para intimidar a la gente, calculando que con amenazas [Pág. 43] pueden reducirla al silencio y “volver triunfantes a la corte”. La presunción, lejos de reflejar la verdad, constituye un obstáculo para ella. La verdad no asume una actitud presuntuosa para intimidar sino que habla y actúa con honestidad y sencillez. Antes, en los artículos y discursos de muchos camaradas solían aparecer dos expresiones: “lucha despiadada” y “golpes implacables”. Estos procedimientos son totalmente necesarios para hacer frente al enemigo u oponerse a las ideologías enemigas, pero es erróneo utilizarlos para tratar con nuestros propios camaradas. Sucede con frecuencia que en el Partido se infiltran enemigos e ideologías enemigas, como se señala en el punto 4 de la Conclusión del Compendio de Historia del Partido Comunista (bolchevique) de la URSS. Contra esa gente sin duda debemos recurrir a la lucha despiadada y a los golpes implacables, pues esos malvados usan estos mismos procedimientos contra el Partido; si los toleramos, iremos derecho a caer en sus trampas. Pero no debemos emplear estos medios para tratar con los camaradas que hayan cometido errores ocasionalmente, caso en el cual es necesario utilizar el método de la crítica y la autocrítica, señalado en el punto 5 de la Conclusión de la obra citada. La razón por la cual en el pasado aquellos camaradas gritaban en favor de la “lucha despiadada” y los “golpes implacables” contra los camaradas que cometían errores ocasionalmente, es que, por un lado, no hacían ningún análisis del blanco de su ataque, y por el otro, se daban ínfulas para amedrentar a la gente. Esta táctica de intimidación es inadmisible, no importa a quién le sea aplicada, porque es completamente ineficaz si se emplea contra el enemigo, y no puede sino causar perjuicio si se utiliza contra los propios camaradas. Es una táctica a la que suelen recurrir las clases explotadoras y los lumpemproletarios, pero el proletariado [Pág. 44] no la necesita. Para el proletariado, el arma más afilada no es otra que una seria y combativa actitud científica. El Partido Comunista no vive de la intimidación, sino de la verdad del marxismo-leninismo, de la búsqueda de la verdad en los hechos, de la ciencia. Huelga decir que es infame la idea de alcanzar fama y buena posición dándose ínfulas. En resumen, cuando las entidades oficiales tomen decisiones o den instrucciones, y cuando los camaradas escriban artículos o pronuncien discursos, deben basarse en la verdad del marxismo-leninismo y esforzarse porque su labor sea útil. Sólo actuando de esta manera podremos alcanzar la victoria de la revolución; de otro modo no se logrará nada.
El tercer cargo contra el estilo de cliché del Partido es que dispara la flecha sin tener un blanco, que no tiene en cuenta a quién se dirige. Hace algunos años, se vio en la muralla de Yenán la siguiente consigna: “¡Obreros y campesinos,
4 Los habitantes de Shanghai llamaban piesan a los vagabundos que vivían de la mendicidad o el robo y que, por lo general, eran muy flacos.
uníos para alcanzar la victoria de la Guerra de Resistencia contra el Japón!” La idea de esta consigna era intachable, pero en la palabra “obreros”, uno de sus caracteres estaba mal escrito, a la vieja usanza, lo que hacía del todo ininteligible la consigna. El camarada que los había escrito era sin duda un discípulo de los antiguos letrados, pero ¡cuán incomprensible es que se escriban así estos caracteres en la muralla de una ciudad como Yenán cuando sostenemos la Guerra de Resistencia contra el Japón! Tal vez el autor había jurado impedir que la gente sencilla leyera su consigna; es bien difícil encontrar otra explicación. Si los comunistas desean realmente hacer propaganda, deben tener en cuenta a quién se dirigen, quién va a leer sus artículos y manuscritos o a escuchar sus discursos y charlas; si actúan de otro modo, es como si hubieran decidido impedir que la gente los leyera o los escuchara. Con frecuencia, muchos se imaginan que lo que [Pág. 45] han escrito y dicho es fácil de comprender; sin embargo, la realidad es completamente distinta. Si sus artículos y discursos están en estilo de cliché del Partido, ¿cómo los va a entender la gente? El dicho “tocar el laúd ante un buey” implica la idea de burlarse del auditorio. Si interpretamos el dicho de otra manera, respetando al auditorio, la burla se vuelve contra el que toca. ¿Para qué rasguear el instrumento sin considerar quién es su auditorio? Peor aún es cuando el son que se toca es el estilo de cliché del Partido, que es como un cuervo que insiste en graznar ante las masas populares. Cuando uno dispara una flecha, debe apuntar al blanco, cuando uno toca el laúd, debe tener en cuenta quién es su auditorio. ¿Puede uno escribir artículos o pronunciar discursos sin tener en cuenta quiénes son sus lectores u oyentes? Cuando trabamos amistad con una persona, quienquiera que sea, ¿podemos llegar a ser íntimos amigos si no nos conocemos a fondo, si el uno no sabe qué piensa el otro? Los que hacen el trabajo de propaganda no llegarán a ninguna parte si se dedican a parlotear a su capricho sin investigar, estudiar ni analizar a su auditorio.
El cuarto cargo contra el estilo de cliché del Partido es su lenguaje insípido, que recuerda a un piesan.4 Esos tipos que los habitantes de Shanghai llaman “pequeños piesan” son tan resecos y feos como el estilo de cliché del Partido. ¿No es cierto que un artículo o un discurso que se limita a repetir unos cuantos términos en tono escolar y sin rastro de viveza ni vigor, tiene un lenguaje insípido y un aspecto repelente, como un piesan? Cuando se trata de una persona que ingresó en la escuela primaria a los siete años, pasó a la secundaria siendo adolescente y terminó sus estudios en la universidad a los veinte y tantos, no podemos reprocharle la pobreza y monotonía de su lenguaje, pues nunca [Pág. 46] ha estado en contacto con las masas; si no aprendemos su lenguaje, no podremos trabajar bien. Ahora incluso muchos de nuestros camaradas que trabajan en la propaganda no estudian el idioma. Su propaganda es muy insípida, sus artículos tienen pocos lectores y sus discursos pocos oyentes. ¿Por qué debemos aprender el idioma, y más aún, estudiarlo con gran empeño? Porque el idioma no se domina fácilmente; para dominarlo hay que hacer un esfuerzo tenaz. Primero, debemos aprender el lenguaje de las
masas populares. El vocabulario popular es muy rico y vivo, y refleja la vida real. Como muchos de nosotros no dominamos el idioma, nuestros artículos y discursos contienen pocas frases vivas, precisas y vigorosas; no se parecen a un hombre saludable, sino a un piesan desagradablemente extenuado, con un cuerpo esquelético. Segundo, debemos asimilar de las lenguas extranjeras lo que nos sea necesario. No podemos adoptar mecánicamente expresiones extranjeras, ni abusar de ellas, sino asimilar de esas lenguas todo aquello que sea bueno y convenga a nuestras necesidades. Como el antiguo vocabulario chino era insuficiente, ya hemos incorporado a nuestro vocabulario corriente muchas expresiones extranjeras. Por ejemplo, lo que celebramos hoy es una reunión de kampu (cuadros), y el término kampu es de origen extranjero. Debemos seguir asimilando muchas cosas nuevas del extranjero, no sólo las ideas progresistas sino también expresiones nuevas. Tercero, también hemos de aprender lo que haya de vivo en el idioma de nuestros antepasados. Como no nos hemos esforzado lo suficiente en el estudio del idioma, no hemos podido utilizar en forma plena y adecuada lo mucho que hay de vivo en el lenguaje antiguo. Desde luego, nos oponemos firmemente al uso de las expresiones y alusiones muertas; en esto no cabe duda alguna, pero debemos heredar lo que es bueno y [Pág. 47] sigue siendo útil. En la actualidad, los que están demasiado envenenados por el estilo de cliché del Partido se niegan a hacer un esfuerzo tenaz para estudiar lo que hay de útil en el lenguaje popular, en las lenguas extranjeras y en el lenguaje antiguo; por eso, las masas no acogen bien su propaganda insípida y seca, y nosotros tampoco necesitamos de esos propagandistas tan mediocres e incompetentes. ¿Quiénes son propagandistas? No sólo los maestros, periodistas, artistas y escritores, sino también todos nuestros cuadros. Tomemos a los mandos militares, por ejemplo. Aunque no hacen declaraciones públicas, tienen que hablar con los soldados y tratar con el pueblo. ¿Qué es eso sino una forma de propaganda? Cuando una persona habla con otras, está haciendo propaganda. Y a menos que uno sea mudo, tiene que hablar con otros. Por eso, es de necesidad imperiosa que nuestros camaradas estudien el idioma.
El quinto cargo contra el estilo de cliché del Partido es que dispone las cosas según el orden A, B, C, D… como en una botica de medicina china. Si ustedes echan una ojeada en el interior de una de esas boticas, verán armarios con numerosas gavetas, cada una de las cuales lleva una etiqueta con el nombre de un medicamento: angélica, digital, ruibarbo, sulfato sódico… todo lo que se quiera. Nuestros camaradas han hecho suyo este método. En sus artículos y discursos, en sus libros e informes, primero usan los numerales chinos en mayúscula, luego en minúscula, después los signos de los sistemas decimal y duodecimal del zodíaco chino, para seguir con las letras A, B, C, D en mayúscula, luego en minúscula, los números árabes, y qué sé yo cuántas cosas más. ¡Qué suerte que los antiguos chinos y los extranjeros hayan creado todos estos signos para que nosotros podamos instalar boticas sin ningún esfuerzo! Un artículo que esté [Pág. 48] lleno de tales números y signos, que no plantee problemas, no los analice ni los resuelva y que no se manifieste ni en favor ni en contra de nada, carecerá de todo contenido real, y con toda su verborrea, no
pasará de ser una botica de medicina china. No quiero decir que esos signos no puedan usarse, sino que el método para abordar los problemas es equivocado. El método tomado de la botica de medicina china, que deleita a tantos camaradas, es en verdad el más rudimentario, infantil y vulgar. Es un método formalista, que clasifica las cosas de acuerdo con sus rasgos exteriores y no con sus conexiones internas. Si en un artículo, discurso o informe uno no hace más que poner en orden un montón de conceptos sin mutuas conexiones internas, basándose en los rasgos exteriores de las cosas, entonces está jugando con los conceptos y puede inducir a los demás al mismo juego, y a que se conformen con una disposición de los fenómenos en el orden A, B, C, D… en lugar de servirse de su cerebro para pensar en los problemas y estudiar la esencia de las cosas. ¿Qué es un problema? Es la contradicción en una cosa. Allí donde la contradicción no está resuelta, hay un problema. Cuando existe un problema, uno debe tener una posición en favor de una parte y en contra de la otra, y tiene que plantearlo. Para esto, hay que hacer, en primer término, una investigación y un estudio en líneas generales, se puede descubrir y plantear el problema, pero no resolverlo. Para resolverlo es preciso hacer una investigación y estudio sistemáticos y minuciosos. Éste es el proceso de análisis. Para plantear el problema también se requiere el análisis, [Pág. 49] pues ante un montón de fenómenos confusos e intrincados, sin analizar no se sabrá dónde está el problema o contradicción. El proceso de análisis de que aquí se trata es un proceso de análisis sistemático y minucioso. Sucede con frecuencia que, aun después de planteado un problema, es imposible resolverlo porque no se han puesto de manifiesto las conexiones internas entre los fenómenos, porque no se ha pasado por un proceso de análisis sistemático y minucioso, y en consecuencia, no se puede ver claramente los rasgos del problema, ni sintetizarlo, ni llegar a su solución en la forma debida. Un artículo o discurso que sea importante y esté destinado a orientar, siempre debe plantear un problema específico, analizarlo y hacer luego una síntesis a fin de precisar su naturaleza y proporcionar el método para su solución; en todo esto el método formalista no sirve para nada. Como este método formalista, infantil, rudimentario, vulgar y que no exige ninguna actividad cerebral está muy de moda en nuestro Partido, debemos denunciarlo; sólo así todo el mundo podrá aprender a utilizar el método marxista para observar, plantear, analizar y resolver los problemas, sólo así podremos realizar bien nuestro trabajo y lograr la victoria de nuestra causa revolucionaria.
El sexto cargo contra el estilo de cliché del Partido es que no tiene sentido de responsabilidad y dondequiera que aparece perjudica a la gente. Todas las faltas denunciadas más arriba se deben en parte a la inmadurez y en parte al insuficiente sentido de responsabilidad. Tomemos, por ejemplo, el lavado de la cara. Todos nos lavamos diariamente la cara, y muchos, más de una vez al día, y después de lavarnos, nos miramos al espejo a modo de “investigación y estudio” (carcajada general), temiendo que algo no esté bien. Fíjense, ¡qué sentido de responsabilidad! Si nuestros artículos y discursos [Pág. 50] se hicieran de esta manera, serían más o menos aceptables. No se debe mostrar lo que no es presentable. Hay que entender que lo presentado influirá en el pensamiento y
en la acción de otros. Si un hombre ocasionalmente deja de lavarse la cara uno o dos días, eso desde luego no está bien; si, después de lavársela, le quedan todavía una o dos manchas, por cierto no tendrá un buen aspecto; sin embargo, ninguno de los dos casos encierra un gran peligro para nadie. La cuestión es distinta cuando se trata de escribir artículos o pronunciar discursos, que están destinados especialmente a influir sobre otras personas. Sin embargo, nuestros camaradas toman esta tarea a la ligera, lo que significa poner lo secundario por encima de lo importante. Mucha gente escribe artículos o pronuncia discursos sin previo estudio ni preparación y después de escribir un artículo, no se molesta en revisarlo varias veces, como se miraría al espejo después de lavarse la cara, sino que lo envía despreocupadamente para su publicación. El resultado suele ser el siguiente: “De un tirón mil palabras salidas de la pluma, pero diez mil li del tema.” Escritores de este tipo tienen aires de genios, pero en realidad causan daño en todas partes. Hay que corregir esta mala costumbre, este escaso sentido de responsabilidad.
El séptimo cargo es que esparce veneno en todo el Partido y obstaculiza a la revolución. El octavo cargo es que, al difundirse, ocasiona desastres al país y al pueblo. Estos dos cargos son evidentes por sí mismos y no requieren más explicación. En otras palabras, si en vez de rectificar el estilo de cliché del Partido, se le da rienda suelta, las consecuencias serán muy graves. En el estilo de cliché del Partido se oculta el veneno del subjetivismo y del sectarismo; permitir la difusión de este veneno causará daño al Partido y al país. [Pág. 51]
Los ocho cargos arriba expuestos constituyen nuestra declaración de guerra al estilo de cliché del Partido.
Como forma de expresión, el estilo de cliché del Partido no sólo es inadecuado para traducir el espíritu revolucionario, sino que muy fácilmente puede sofocarlo. Para desarrollar el espíritu revolucionario, debemos descartar ese estilo y adoptar en su lugar un estilo literario marxista-leninista, vivo, fresco y vigoroso. Este último existe desde hace mucho tiempo, pero aún no se ha enriquecido, ni extendido ampliamente. Una vez que hayamos terminado con el estilo de cliché extranjero y con el estilo de cliché del Partido, lograremos enriquecer y extender ampliamente el nuevo estilo, y de este modo, impulsaremos la causa revolucionaria del Partido.
El estilo de cliché del Partido no se limita a los artículos y discursos, aparece también en nuestras reuniones: “1. Apertura; 2. Informes; 3. Discusión; 4. Conclusiones, y 5. Clausura.” ¿Acaso no es también una forma del estilo de cliché del Partido el repetir este rígido orden del día en todas las revoluciones, sean grandes o pequeñas, y por todas partes? Con frecuencia, los “informes” presentados en las reuniones contienen los mismos puntos: “1. La situación internacional; 2. La situación nacional; 3. La situación en la Región Fronteriza, y 4. La situación en nuestra sección”; a menudo las reuniones duran de la mañana a la noche y hasta los que no tienen nada que decir toman la palabra, como si en caso de no hacerlo, faltaran a su deber. En resumen, esto significa desprecio por las condiciones reales y testarudo apego a las rígidas y viejas formas y costumbres. ¿No debemos corregir también estas actitudes?

Actualmente, muchos propugnan la transformación de nuestro estilo literario en un sentido na- [Pág. 52] cional, científico y de masas. Esto está muy bien. Pero transformación significa un cambio de la cabeza a los pies, por dentro y por fuera. Hay quienes propugnan la “transformación” mientras ellos mismos no han cambiado ni siguiera un poco. Yo aconsejaría a esos camaradas que empezaran por cambiar un poco ellos mismos antes de proceder a su “transformación”; si actúan de otra manera, no se librarán del dogmatismo ni del estilo de cliché del Partido; esto es lo que se llama “mirar muy alto teniendo cortos los brazos”, “ser muy ambicioso pero con escasas aptitudes”, y con ello no se logrará ningún resultado. Aquel que habla de una transformación en el sentido de grandes masas, pero que en realidad practica una transformación en el sentido de “pequeñas masas”, debe tener mucho cuidado, porque si un día se encuentra en la calle con alguien de las masas que le diga: “Señor, sírvase mostrarme un poquito de su ‘transformación’”, se hallará en un gran aprieto. Los que se pronuncian por la transformación en el sentido de masas, no sólo de palabra, sino con un verdadero deseo de realizarla, deben aprender honestamente de la gente sencilla; de otro modo, su “transformación” quedará en el aire. Aquellos que claman todos los días por una transformación en el sentido de grandes masas pero no saben decir siquiera tres frases en el lenguaje de la gente sencilla, evidentemente nunca se han decidido a aprender de ella, y en el fondo de su corazón siguen deseando una transformación en el sentido de “pequeñas masas”.
En esta reunión se han repartido ejemplares de Guía para la propaganda, folleto que contiene cuatro documentos; aconsejo a los camaradas que los lean una y otra vez.
El primer documento, compuesto de extractos del Compendio de Historia del Partido Comunista (bolchevique) de la URSS, trata de la manera como [Pág. 53] Lenin llevaba la propaganda. Describe, entre otras cosas, cómo Lenin redactaba octavillas:
“La ‘Unión de lucha’ por la emancipación de la clase obrera de Petersburgo fue, bajo la dirección de Lenin, la primera organización de Rusia que llevó a cabo la fusión del socialismo con el movimiento obrero. Cuando estallaba una huelga en cualquier fábrica, la ‘Unión de lucha’, que conocía magníficamente, a través de los obreros que tomaban parte en sus círculos de estudios, la situación en cada empresa, reaccionaba inmediatamente, con la publicación de hojas y proclamas socialistas. En estas hojas, se denunciaban los abusos de que los patronos hacían objeto a los obreros, se explicaba cómo debían luchar éstos para defender sus intereses y se reproducían sus reivindicaciones. Estas hojas contaban toda la verdad acerca de los horrores del capitalismo, de la mísera vida de los obreros, de su trabajo brutal y agotador, con jornadas de 12 a 14 horas, de su carencia total de derechos. Y en estas mismas hojas se formulaban las reivindicaciones políticas correspondientes.”
Fíjense: ¡”conocía magníficamente” y “contaban toda la verdad”!
“A fines de 1894, Lenin redactó, en colaboración con el obrero Bábushkin, la primera de estas hojas de agitación y una proclama dirigida a los huelguistas de la fábrica de Semiánikov, en Petersburgo.”
5 Compendio de Historia del Partido Comunista (bolchevique) de la URSS, I, 3.
6 J. Dimitrov: Por la unidad de la clase contra el fascismo, conclusiones del VII Congreso de la Internacional Comunista, parte VI: “No es suficiente tener una línea justa”.
7 Revista mensual publicada de 1931 a 1932 por la Unión de Escritores de IZquierda de China. El artículo de Lu Sin “Respuesta a la revista Osa Mayor” aparece en la colección “Dos corazones”, Obras Completas de Lu Sin, t. IV.
Para escribir una octavilla, se debe consultar a los camaradas que estén bien informados de la situación. Era sobre la base de esta investigación y estudio sobre la que Lenin escribía sus artículos y realizaba su labor. [Pág. 54]
“Cada una de ellas [esas hojas] levantaba y fortalecía el espíritu de los obreros. Estos veían que los socialistas les apoyaban y les defendían”5
¿Estamos de acuerdo con Lenin? Si lo estamos, debemos trabajar siguiendo su espíritu. Es decir, tenemos que trabajar como Lenin, y no llenar interminables páginas con palabras vacías, ni disparar la flecha sin tener un blanco, ni hacer caso omiso de aquellos a quienes nos dirigimos, ni considerarnos infalibles, ni fanfarronear.
El segundo documento está compuesto de extractos del informe de Dimitrov ante el VII Congreso de la Internacional Comunista. ¿Qué dijo Dimitrov? Lo siguiente:
“Hay que aprender a hablar con las masas no en el lenguaje de las fórmulas librescas, sino en el de los que luchan por la causa de las masas, de los que en cada palabra, en cada idea reflejan el pensar y el sentir de millones de seres.”
“[…] es imposible que las amplias masas hagan suyas nuestras decisiones si no aprendemos a hablar un lenguaje asequible a ellas. Estamos lejos de saber hablar siempre con sencillez, concretamente, con imágenes familiares y asequibles a las masas. Aún no somos capaces de prescindir de las fórmulas abstractas aprendidas de memoria. En realidad, mirad nuestras octavillas, periódicos, resoluciones y tesis, y veréis que con frecuencia están escritos en un lenguaje tal y redactados de una manera tan pesada, que son difíciles de entender incluso para los funcionarios de nuestros Partidos, no digamos ya para los simples obreros.”
¿Qué les parece? ¿No es verdad que pone el dedo en la llaga de nuestros defectos? Obviamente, el estilo de cliché del Partido existe tanto en China [Pág. 55] como en los países extranjeros; por lo que se ve, es una enfermedad universal. (Risas) Pero, de todos modos, debemos curarnos pronto de nuestra enfermedad, de acuerdo con las indicaciones del camarada Dimitrov:
“Cada uno de nosotros debe asimilar a fondo, como una ley, como una ley bolchevique, la siguiente regla fundamental:
Cuando escribas o hables, piensa siempre en el simple obrero que ha de entenderte, creer en tu llamamiento y seguirte de buena gana. Debes pensar en aquel para quien escribes y a quien hablas.”6
He aquí la receta que nos prescribe la Internacional Comunista para curar la enfermedad, receta a la que debemos atenernos. ¡Es una regla!
El tercer documento, tomado de las Obras Completas de Lu Sin, es la respuesta del autor a la revista Osa Mayor 7 acerca de cómo escribir. ¿Qué dijo
8 Citado de las Analectas de Confucio, libro V: “Kungye Chang”.
9 Jan Yu (768-824) fue un célebre escritor de la dinastía Tang. En su obra “Acerca de cómo estudiar”, escribió: “El éxito de lo que se hace está en la reflexión, y el fracaso, en la irreflexión”.
Lu Sin? Formuló en total ocho reglas para escribir, algunas de las cuales voy a citar aquí.
Regla 1: “Presta atención a todo tipo de cosas; observa más, y no escribas tan pronto como hayas visto sólo un poco.”
Dice que debemos “prestar atención a todo tipo de cosas”, y no una sola cosa o a la mitad de una. Nos insta a “observar más”, y a no lanzar sólo una o media ojeada. ¿Y cómo actuamos nosotros? ¿No solemos proceder completamente al contrario, empezando a escribir apenas hemos visto un poco?
Regla 2: “No te fuerces a escribir cuando no tengas nada que decir”.
¿Y de qué manera actuamos nosotros? ¿No sole- [Pág. 56] mos escribir profusamente cuando en realidad no tenemos nada que decir? Es irresponsable tomar la pluma y “forzarse a escribir” sin investigación ni estudio previos.
Regla 4: “Lee tu escrito por lo menos dos veces después de haberlo terminado, y procura en lo posible suprimir sin ninguna piedad las palabras, frases y párrafos superfluos. Es preferible condensar en un relato el material para una novela a estirar el material de un relato para escribir una novela.”
Confucio aconsejó: “piensa dos veces”;8 Jan Yu dijo también: “El éxito de lo que se hace está en la reflexión.”9 Uno y otro se referían a cuestiones de los tiempos antiguos. Hoy las cosas son mucho más complicadas y en ocasiones ni siquiera basta con pensar en ellas tres o cuatro veces. Lu Sin nos recomendó leer lo escrito “por lo menos dos veces”, pero ¿cuántas veces como máximo? Eso no lo dijo; en mi opinión, si se trata de un artículo importante, es conveniente leerlo más de diez veces, revisándolo a conciencia antes de que se publique. Los artículos reflejan la realidad objetiva, pero, como la realidad es intrincada y compleja, debemos estudiarla una y otra vez antes de que podamos reflejarla con propiedad; actuar con negligencia a este respecto es ignorar las nociones más elementales del arte de escribir.
Regla 6: “No inventes calificativos u otras cosas parecidas que nadie entiende excepto tú mismo.”
Hemos “inventado” demasiadas expresiones “que nadie entiende”. A veces, una sola frase contiene hasta cuarenta y cincuenta caracteres, y está llena de “calificativos u otras cosas parecidas que nadie [Pág. 57] entiende”. Muchos que nunca se cansan de proclamarse seguidores de Lu Sin, ¡son precisamente quienes han vuelto la espalda a sus enseñanzas!
El último documento, tomado del informe adoptado en la VI Sesión Plenaria del Comité Central elegido en el VI Congreso Nacional del Partido Comunista de China, trata de cómo desarrollar un estilo nacional de propaganda. En esta Sesión, celebrada en 1938, dijimos: “Si [los comunistas…] hablasen de marxismo, separándolo de las características de China, su
marxismo no pasaría de ser abstracto y vacío.” Es decir, hay que combatir la palabrería sobre el marxismo, y nosotros, comunistas, que vivimos en China, debemos estudiar el marxismo ligándolo con la realidad de la revolución china.
El informe dice:
“Debe eliminarse el estilo de cliché extranjero, debe haber menos cantinelas abstractas y vacías, y debe mandarse a descansar el dogmatismo, dando paso al estilo y espíritu chinos llenos de vida y lozanía, que gustan a la gente sencilla de nuestro país. Separar el contenido internacionalista de la forma nacional es la práctica de quienes no entienden nada de internacionalismo. Nosotros, por el contrario, debemos ligar los dos estrechamente. Los graves errores que a este respecto se cometen en nuestras filas deben ser corregidos a conciencia.”
En este documento se propugnaba la eliminación del estilo de cliché extranjero, pero algunos camaradas siguen fomentándolo en la práctica. En él se pedía que hubiera menos cantinelas abstractas y vacías, pero algunos camaradas se obstinan en repetirlas con mayor energía. Allí se instaba a que se mandara a descansar al dogmatismo, pero algu- [Pág. 58] nos camaradas lo llaman a levantarse de la cama. En resumen, este informe adoptado por la VI Sesión Plenaria del Comité Central a muchos les entra por un oído y les sale por el otro; actúan como si se opusieran a él deliberadamente.
Ahora el Comité Central ha decidido que se descarten de una vez por todas el estilo de cliché del Partido, el dogmatismo y sus semejantes, y por eso he venido y hablado un buen rato. Espero que los camaradas piensen en lo que he dicho y lo analicen, y que cada cual haga un análisis de su caso particular. Cada uno debe examinarse bien a sí mismo, discutir con sus amigos íntimos y con los camaradas que trabajan junto con él sobre lo que haya aclarado en su examen, y vencer de manera efectiva sus propias debilidades.
[Finaliza en la página 59. Las notas en el original están al final. Las tres primeras notas a pie de página corresponden a la página 59. El resto, a la página 60]
∗ Éste texto es la trascripción de un discurso pronunciado por Mao Tse-tung ante una reunión de cuadros en Yenán, 8 de febrero de 1942. Ha sido extraído del volumen El estilo de trabajo en el partido, Ediciones R. Torres, Barcelona, 1976. La versión en español de este conjunto de textos procede de Ediciones en Lenguas Extranjeras, Pekín, 1968. Como expresa la Nota Editorial al comienzo del libro: “Se presenta a continuación una selección de trabajos de Mao Tse-tung elaborados en el plazo que va de 1929 a 1945. Todos ellos se refieren a problemas concretos de la vida interna del Partido Comunista de China”.

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