Imparable el avance de la derecha en AL

“Imparable el avance de la derecha en AL”: Pérez Esquivel
Por Blanche Petrich sáb, 16 abr 2016 00:30 – La Jornada

Cien días y ninguna flor. No es un poema, sino una de esas frases que saltan de pronto en la conversación con Adolfo Pérez Esquivel, el activista de derechos humanos que durante la dictadura argentina soportó 14 meses de cárcel y tortura y en 1980 recibió el Premio Nobel de la Paz. Se refiere a los resultados que están a la vista a 100 días del gobierno de Mauricio Macri.

Enumera: los despidos de empleados y trabajadores de empresas públicas y privadas llegan a 110 mil. Y aunque el nuevo mandatario prometió en su campaña “pobreza cero”, según un estudio de la Universidad Católica de Argentina, el nuevo gobierno sumó dos millones de nuevos pobres a la estadística. “Y es que Macri se planteó la gobernabilidad del país como una gran empresa. Sus ministros son empresarios. Y éstos, cuando ven que una empresa no le rinde la achican. Claro, también es cierto que Cristina Fernández le dejó un panorama complicado porque durante sus últimos días en la presidencia hizo muchas contrataciones indiscriminadamente”.

Cita críticamente las primeras medidas de gobierno “que solo juegan con la pobreza de la gente”: la eliminación de las retenciones fiscales a las empresas mineras y a los agricultores sojeros, el acuerdo de pagar a los deudores de los fondos buitres, “una deuda injusta, tremenda. Ilegítima”.

Y a ello se suma el desmontaje gradual de importantes avances que se lograron en 12 años en materia de derechos humanos. Pero más que enumerar lamentos y entuertos, Pérez Esquivel subraya un ángulo de análisis poco explorado hasta ahora en el escenario postelectoral de Argentina: “¿Por qué pasó lo que pasó, después de 12 años de gobiernos kirchneristas? Es la primera vez en la historia de Argentina que llega al gobierno un partido de derecha por la vía de las elecciones. Cuando veo esto no puedo dejar de hacer una lectura a nivel continental, porque no hay casualidades ni hechos aislados”.

Este defensor de derechos continental, nativo del barrio porteño de Santelmo que empezó su activismo en las comunidades eclesiales de base, aclara de entrada que él no se identifica con el kirchnerismo “aunque rescato algunas cosas positivas de ese periodo y las apoyé desde una posición de independencia.”
Desde esta postura crítica, con frecuencia confrontada sobretodo en la administración de Cristina Fernández, habla con La Jornada.

Políticas de derechos humanos vrs militancia partidaria
—Lo que se construyó en Argentina en cuestión de derechos humanos, de justicia transicional, memoria histórica en los últimos 12 años es muy interesante; en algunos casos son acciones referentes para América Latina…

—En algunas cosas sí, en otras no. Por ejemplo, fue bueno que cuando las organizaciones de derechos humanos reclamamos a Néstor Kirchner la nulidad de las leyes de impunidad, tuvo la voluntad política de hacerlo. Se abrieron las compuertas para juzgar los crímenes lesa humanidad. Esto lo apoyamos 100 por ciento. Pero también el kirchnerismo se quiso apropiar de la política de derechos humanos y manejarla políticamente. Hubo organismos que se sumaron a la militancia política partidaria. Nosotros, en el Servicio por la Par y la Justicia (Serpaj) y otras organizaciones de esta corriente, nos pareció que teníamos que ser independientes. Comprendo que madres, abuelas, familiares que nacieron con el fin de saber el paradero de sus seres queridos, no trabajaron la política de derechos humanos en su integridad. Y yo respeto eso. Pero algunos se incorporaron políticamente a los gobiernos de los Kirchner. Fueron muy subvencionados y frente a graves violaciones de derechos humanos que ocurrieron en estos tiempos guardaron silencio. Nosotros, en cambio, fuimos muy marginados. Hoy hay una división entre los que tienen una inclinación partidista y los que no la tienen. Y esto tiene un costo político. No hay unidad y tenemos que ser conscientes de ello. Pero si algunos defensores se quedan únicamente en la época de la dictadura, nosotros preguntamos ¿qué pasa hoy?

—¿Qué casos puede citar de este periodo?
—Muchos. El caso de la mega-minería, persecuciones de dirigentes opositores, daños ambientales, aumento del cáncer en el caso del glifosato en los cultivos de soja. Hay constancias incluso de nacimiento con malformaciones. Y la consecuente violación a los derechos de las comunidades indígenas y campesinas.
—En el terreno de los derechos humanos ¿qué medidas de las que ha tomado Macri recientemente critica usted?
—Un ejemplo; cuando nos reunimos con el nuevo secretario de Derechos Humanos Claudio Abruj nos aseguró que el gobierno va a respetar los jucios. Es mentira: no les corresponde a ellos respetar o no los juicios, ese es un tema estrictamente judicial. Lo que van a hacer es otra cosa, quitarle apoyo a las organizaciones, campañas de desprestigio. Ya empezaron. En el Archivo de la Memoria Histórica que se creó en la ex ESMA (la macabra Escuela Mecánica de la Armada, por donde pasaron cinco mil argentinos que fueron torturados, asesinados, desaparecidos) nos echaron a todos. Otro ejemplo es el intento de desacreditar a las organizaciones. En Clarín, Jorge Lanata, un columnista muy de derecha, escribe que hay que crear nuevos organismos de derechos humanos creíbles. ¿Creíbles para quién? Para ellos, el nuevo oficialismo; para llevar agua a su molino, para que respondan a las políticas neoliberales que quieren imponer.

La derecha avanza
A Pérez Esquivel, que a partir de agosto tendrá una cátedra en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM, le parece “imparable” el avance de la derecha en América Latina. “Desde el golpe de Estado de Honduras, Venezuela, Paraguay; de ahí en adelante; los llamados golpes blandos, en complicidad con los poderes judicial, político y empresarial. Y en este panorama no podemos dejar a un lado a Haití, donde después del golpe de Estado (el segundo golpe fue en 2004) las tropas de la Minustah se instalaron definitivamente. Hasta ahora, que se gesta el golpe que amenaza a Brasil.

—¿Ve el riesgo de una marcha atrás en Argentina?
–En cuanto a la marcha atrás, a la sociedad este momento no lo agarra tan desprevenida. En todos estos años aprendimos muchas cosas. Lo que falta hacer es un trabajo de construcción colectiva, de propuestas de alternativas, si no nos quedamos con los lamentos y éstos no construyen. En los últimos años creció mucho, y no por el gobierno, el trabajo de la memoria. Fue por eso que el 24 de marzo de este año –40 aniversario del golpe de Estado— hubo una movilización extraordinaria, donde dominaban los jóvenes que no vivieron lo que nosotros vivimos.
—Por cierto que el aniversario de la dictadura y esa movilización coincidió con la visita de Barack Obama.
—Macri lo quiso llevar esa fecha para bloquear la atención sobre la movilización. Y lo logró en parte. Clarín no publicó en el periódico impreso nada en primera plana. La Nación apenas unos párrafos. Nada de televisión, apenas unos flashes.

—Se ha documentado, en el tema de represión y derechos humanos, que hoy día el mayor número de víctimas son defensores del medio ambiente, de la naturaleza y sus territorios, debido a la expansión de los megaproyectos de grandes corporativos, fuerzas de seguridad, clase política.
—Eso no es de ahora, viene de hace muchos años. Hay que hablar de Chico Mendes en la Amazonía brasileña. Pero se ha agudizado en los últimos tiempos. El caso más ilustrativo es Colombia, donde hay grandes cantidades de desplazados internos por la presión de los grupos paramilitares. Ahora sus tierras, de las que fueron despojados, se las están entregando a grandes empresas para la explotación minera, petrolera, agroindustrial. El caso de Ecuador, con el caso de Chevron, que huye del país porque la justicia lo condena a pagar millones de dólares por daños ambientales. ¿Y qué hace? Se va a Argentina. Y Cristina Kirchner lo recibe y le entrega las tierras de Vaca Muerta, en Neuquén, para que las explote con fracking. Te voy a contar una cosa.

En 2012 fue la última vez que vimos a Fidel Castro, con Atilio Borón, Stella Calloni, otros amigos. Y Fidel nos dijo: cuidado que eso del fracking va a entrar a Argentina y va a causar más daños que el petróleo tradicional. No porque fuera una premonición sino porque es un analista muy agudo. Y eso está pasando. Y esos territorios son del pueblo mapuche, con lo cual se violan sus derechos con total impunidad. Monsanto ingresa a Argentina con total impunidad también bajo el gobierno de Cristina y ahora está tratando de regularizar sus patentes. Hay un trabajo muy interesante de Frei Betto sobre desarrollo y capitalismo, y dice que los gobiernos progresistas siguen utilizando los mismos parámetros y objetivos que los gobiernos capitalistas neoliberales. Y ahí está China. Argentina le entregó también en Neuquén un territorio de más de 350 hectáreas. Para entrar ahí se necesita permiso de la embajada china. Frente a esto, uno se pregunta ¿cuáles son los gobiernos progresistas y cuáles los neoliberales? Tenemos serias dudas hacia donde caminamos.

¿Y el ciclo progresista?
—¿Entonces cuál es el saldo del llamado ciclo progresista?
—Hubo cosas muy positivas que apoyamos, como la creación de Unasur, de Celac. Son avances, pero falta generar conciencia de integración continental. Eso lo tenía muy claro Hugo Chávez. Pero todavía a nivel continental no tenemos los instrumentos necesarios de soberanía y autonomía; mientras tanto vamos a seguir boyando en la tormenta y seguiremos sujetos a los intereses de las grandes corporaciones, sin capacidad de decisión. Así seguiremos girando y dando más vueltas que el perro para acostarse.

—Quizá en este momento la nube más negra en el horizonte es la posibilidad de que se concrete el golpe en Brasil.
—Está en camino. Eso va a afectar a todo el continente. Es esta derecha que ya tiene la experiencia de Honduras, de Paraguay, de Venezuela, Y los medios de comunicación cumplen un rol clave. O Globo es como Clarín en Argentina.
—¿Ve posibilidades de que última hora se pueda conjurar el golpe en Brasil?
—Esperemos. No hay ninguna justificación para llevar a Dilma Rousseff a un juicio político. Aquí hay un problema clave y es que tenemos democracias delegativas, no participativas. Los pueblos quedan al margen, solo como espectadores y solo se les toma en cuenta cada elección.

—En el ciclo progresista ¿los gobiernos fueron capaces de crear un antídoto, una capacidad de contener esta oleada de derecha?
—No, no lo creo. No hubo una propuesta alternativa; predominaron los discursos progresistas por un lado –con cosas muy buenas— y por otro las políticas neoliberales. En todo el continente hay fuerzas muy interesantes, pero no están articuladas. Las izquierdas están muy fraccionadas. Creo que se olvidaron de dos operaciones matemáticas básicas, sumar y multiplicar. Siempre están dividiendo y restando, no logran consolidar un frente. Estoy pensando más allá de Argentina, estoy pensando en el continente. Pero sí, en el caso argentino, el gobierno de Cristina, más que el de Néstor, fue más de confrontación que de diálogo. Y eso provocó muchas divisiones que restó fuerza a la acción conjunta. Eso es lo que hay que tratar de recomponer ahora.

Dejar una respuesta