Reseña de “El largo siglo XX” Giovanni Arrighi

Reseña de “El largo siglo XX” Giovanni Arrighi

Luis Roca Jusmet
Rebelión

“El largo siglo XX” Giovanni Arrighi (traducción de Carlos Prieto del Campo). Madrid : siglo XXI, 2014 ( segunda edición )

Giovanni Arrighi no es tan conocido como debería serlo por los ciudadanos interesados en entender cómo funciona el mundo en que vivimos. La editorial Akal acaba de publicar la segunda edición de su imprescindible y extraordinaria obra maestra: El largo siglo XX (editado originariamente en inglés en 1994). Pero como el mismo autor nos avisa el autor el libro contiene no solo el trabajo que lleva este título sino tres artículos más que hablan del proceso histórico que lo explica. Y no solamente esto sino también un epílogo con el sugerente título de
“¿Puede el capitalismo sobrevivir con éxito ?”.
Vayamos por partes. Empecemos explicando quién es Giovanni Arrighi para entrar a fondo en esta publicación que resume uno de sus más importante de sus investigaciones de décadas de trabajo teórico y empírico..

Trayectoria biográfica

Giovanni Arrighi nace en Milán en 1937, hijo de una madre burguesa y de un padre obrero desclasado, que acaba montando su propia empresa. Al morir su padre a los 18 años Giovanni quiere gestionar la empresa familiar y estudia económicas pensando que estos estudios le proporcionarán la formación necesaria para hacerlo. La orientación de sus profesores, de economía neoclásica, que no le ayuda en absoluto en la gestión empresarial. A los 24 años cambia de rumbo y va a trabajar, contratado por una universidad inglesa, como docente de economía en Rhodesia. Allí comprobará que los modelos matemáticos que le enseñaron tampoco son útiles para describir y explicar la economía real. El año 1966, a los 29 años, se traslada a Tanzania para continuar sus estudios, muy influido por el trabajo empírico de los antropólogos sociales que conoció en Rhodesia. Allí conocerá a Immanuel Wallerstein, siete años mayor que él, del que hablaremos más tarde y que será clave en su trayectoria personal e investigadora. Tanzania es un Estado creado a partir de un movimiento anticolonialista, de liberación nacional. Arrighi, aunque mantiene simpatía con estos movimientos por su carácter anticolonialista, es capaz de ver que, a pesar de su retórica socialista, no son movimientos de emancipación socialista.

En 1969 regresa a Italia y trabaja como docente en Trento, centro de la militancia política estudiantil del grupo Lotta Continua ; luego, en Turín, contactará con los situacionistas. Se encuentra progresivamente con un movimiento que no es solamente estudiantil, sino también obrero, que rechaza los sindicatos y al Partido Comunista Italiano. Se interesa, en este contexto, por la idea de Autonomía obrera. Arrigi comenta que fue el Grupo Gramsci, al que pertenecía, y no Toni Negri, quién elaboró el concepto en 1970. Es interesante el papel que el grupo da a los intelectuales orgánicos, que así se denominan, en el marco de la autonomía obrera. No se trata de dirigir el movimiento sino de contextualizarlo. Los obreros dirigen su propia lucha y los intelectuales les explican el marco, sobre todo económico, en el que se desarrolla la lucha, ya que tienen los instrumentos teóricos del que los anteriores carecen. Darles, en definitiva, una caja de herramientas para su lucha. En ningún caso de convertirse en su vanguardia.

Arrighi conocerá las investigaciones históricas de Fernand Braudel, que le infuirán mucho. Tratan básicamente sobre la relación histórica entre mercado y capitalismo, partiendo de la base de que la acumulación capitalista empieza en las ciudades-estado italianas del Renacimiento. También de que el capitalismo es una lógica antimercado y que en cualquier ciclo capitalista hay una fase de acumulación, otra de expansión y que después de la expansión viene la financiarización, es decir de inversión financiera en lugar de industrial o comercial. Pero Arrighi considera que a Braudel le falta un marco teórico global en el que insertar sus extraordinarios estudios. Este marco teórico es el que elabora Arrighi en los estudios que se resumirán en este libro.

Las tres primeras hegemonías del capitalismo histórico

Para Arrighi, como para Wallerstein, el capitalismo es una economía-mundo que coexiste con sistema interestatales nacionales. Es decir, es un sistema que se desarrolla globalmente al mismo tiempo que necesita Estados limitados para existir. El capitalismo necesitó el Estado para aparecer y para sobrevivir. Pero por sus características no puede haber ningún poder político ni económico que sea absoluto. Lo que hay son hegemonías, es decir poderes económico-políticos que dominan en un determinado ciclo.
Para Arrighi han existido cuatro potencias hegemónicas, cada una de las cuales han sobrevivido a partir de la crisis de la anterior, aprendiendo de ella y superándola. La primera hegemonía es la de las ciudades-estado italianas del s. XV-XVI. El Estado más poderoso es Venecia, en el que una oligarquía capitalista detenta el poder de Estado sin más. Con respecto a las otras ciudades-Estado italianas hay un equilibrio de poder.

Pero ya antes, en los siglos XIII y XIV, se sentaron en Florencia las bases de las altas finanzas en su forma capitalista que condujeron en el s. XV a la oligarquía financiera y política de los Médici. Pero el primer ciclo sistémico de acumulación capitalista se dio finalmente en Génova. El capital genovés monopolizó inicialmente el Mediterráneo, el sur de la Península Ibérica y el Magreb.

La expansión financiera estaba vinculada con la intensificación de la competencia intercapitalista, que se manifestaba en las guerras entre las ciudades-estado pero también en las que se daban en su interior. De todas las guerras solamente sobrevivió Venecia como Estado, pero el capital estaba en Génova y aparece entonces una especie de burguesía cosmopolita constituida por el capital florentino.

Surge posteriormente el segundo ciclo capitalista, a partir de la hegemonía Holanda y las Provincias Unidas, que se constituyen como Estado soberano. Holanda se convierte en el líder de la economía-mundo capitalista en Europa y en un Estado poderoso militarmente. El mercantilismo fue la reacción de los gobiernos europeos de convertirse en algo similar a Holanda y acabó hundiendo a Holanda.

Esto abrió el camino al tercer ciclo liderado por Gran Bretaña, que combinó el poder territorial de un Imperio por la economía del libre mercado. En el siglo XVIII, Londres y la City desbancan a Holanda como centro de las altas finanzas. Gran Bretaña había perdido en la Guerra de la Independencia Americana, donde estos fueron apoyados por Francia y por Holanda. La venganza de Gran Bretaña fue acabar con el poder naval holandés. El gobierno de Gran Bretaña tuvo un crédito ilimitado y esto produjo una extraordinaria expansión industrial y comercial.

En el siglo XIX el poder británico sobre el sistema-mundo estaba en su apogeo. El sistema de libre comercio que impulsó le conectó con todo el mundo. Pero fueron los Rothschild, judíos alemanes, la familia con mayor poder financiero en la City. Ellos eran la perfecta expresión de la red cosmopolita de las altas finanzas.

De Holanda a Gran Bretaña se pasó de una internalización de los costes de protección a una internalización de los costes de producción. El capital italiano había invertido comercial y financieramente, el capital holandés había internalizado a través del Estado los costes de protección y el capital británico lo había hecho con la propia producción de bienes. Las bases de la acumulación británica habían sido el capitalismo financiero aprendido de los genoveses y los holandeses, el modelo imperialista ibérico y la revolución industrial.

El largo siglo XX

El largo siglo XX se corresponde con el último ciclo sistémico de acumulación, liderado por EE. UU. Cada nuevo ciclo se basa en la crisis de las anteriores y es capaz de superar aprendiendo de los errores de las anteriores. La hegemonía británica era el de la intensidad de la competencia capitalista, que acabó provocando la Primera Guerra Mundial. Pero Gran Bretaña había concedido préstamos a los aliados más pobres, como Rusia, que no pudieron devolver.

EE. UU, en cambio, se había mantenido neutral, había acumulado ingentes préstamos de guerra y había comprado a precio de saldo algunas de las inversiones de las grandes infraestructuras del siglo XIX. El dólar se convirtió en la moneda de reserva. Pero a finales de 1928 la sobrexpansión de Wall Street empezó a derivar los fondos hacia la especulación financiera interna, que provocó una recesión. Al mismo tiempo en todos los países se produjeron reclamaciones de deuda y huidas de fondos a corto plazo obligando a medidas proteccionistas de la moneda, a través de la devaluación o el control de cambios. Desaparecieron las altas finanzas a nivel mundial, el colapso de la Liga de las naciones en favor de los imperios autárquicos, los planes quinquenales de la URSS, el New Deal estadounidense y el ascenso del nazismo.

Como consecuencia del final de la Segunda Guerra Mundial, EE. UU. tuvo un poder sin precedentes. Fue el taller del esfuerzo bélico de los aliados y el taller de reconstrucción postbélico en Europa. EE. UU. disfrutaba de un monopolio virtual sobre la liquidez mundial. Al mismo tiempo concentraba y centralizaba la capacidad productiva y la demanda efectiva.

El proyecto de Roosevelt de un New Deal global liderada por EEUU se transformó con Truman y su política de Guerra fría. El proyecto era entonces liderar la defensa de un Mundo libre frente al peligro soviético. Reconstruyó la Europa Occidental y el Japón como modelos a seguir bajo su liderazgo. Con el Plan Marshall pretendía que se crearan unos Estados Unidos de Europa como principal aliado.

Entre 1968 y 1973 aparece la crisis del régimen estadounidense en tres ámbitos diferentes pero relacionados. La derrota militar en Vietnam, las dificultades financieras de la Reserva Federal e ideológicamente la cruzada anticomunista empieza a perder legitimidad. Pero al mismo tiempo se produce una expansión financiera que obligó a perder el cambio de patrón dólar-oro en 1971.

A partir de aquí el mercado financiero, básicamente desarrollado en eurodólares, pasó a dominar el proceso que fijaba el precio recíproco de las monedas nacionales y el de éstas en relación con el oro. A partir de los años 70, al final del gobierno de Carter y sobre todo con Reagan la política económica del gobierno de EE. UU., tienen como objetivo centralizar en interior del país el dinero mundial en manos privadas.

Para ello endurece la política monetaria, desregula la actividad financiera y hace una expansión enorme sobre la base del endeudamiento público, básicamente por la inversión militar. Supo complementar el crecimiento interno con el control externo a través de las multinacionales. Se combinan un poder militar absolutamente superior al resto de países, la influencia a través de las multinacionales y la supremacía del dólar. Pero la relación complementaria entre la expansión de las redes de poder del gobierno USA y la acumulación de las corporaciones norteamericanas no excluía tensiones y conflictos.

¿Puede el capitalismo sobrevivir con éxito ?

Este es el epílogo de su libro, que en cierto sentido lo justifica. Se trata de estudiar el capitalismo histórico para estudiar su presente y a partir de él ver los escenario posibles del futuro. ¿Para qué?

Para entenderlo pero también justificar determinados compromisos políticos, determinadas acciones humanas. Esta sociología histórica comparada, que quiere ser científica, no excluye el compromiso político. Ni para Wallerstein, ni para Arrighi, que han estudiado a fondo los movimientos que llaman antisistémicos, que son la de los que luchan por una salida alternativa y más justa al de la lógica del capitalismo. Arrighi, al igual que Wallerstein, recoge la idea de Braudel de que el capitalismo no es una economía de mercado sino más bien de antimercado.

Y que el Estado no es un elemento contrario al capitalismo sino su necesario complemento. Wallerstein señala que lo específico del capitalismo la lógica del aumento del beneficio no tiene límites y necesita el Estado para distorsionar la competencia del libre mercado y favorecer los oligopolios. Arrighi, por su parte, marca el hecho de que es el capitalismo destruye siempre, en una etapa de su ciclo, el propio mercado por su lógica del beneficio. También que hay una coincidencia entre el poder económico y el político. No es que sean lo mismo pero están necesariamente vinculados.

La globalización capitalista surge mediante la aparición, en cada etapa, de centros organizadores de mayor escala, alcance y complejidad que los de la etapa anterior. Cada sustitución fue marcada por una crisis de las organizaciones territoriales (Estados) y no territoriales (centros de capital) que habían marcado la etapa anterior. Pero marcada también por la emergencia de nuevos centros territoriales y no territoriales anteriores.

El dominio de EE. UU. (y paralelamente de la URSS) supuso la crisis de los estados-nación pero la crisis actual afecta a los gigantescos estados. La URSS se desplomó y los EE. UU. van arrastrando su propia crisis de hegemonía. Pero al mismo tiempo mantienen el máximo poder militar y, en cierta forma, el control a través de la supremacía del dólar. Podríamos considerar que estamos en un punto de crisis en el que en circunstancias parecidas se ha dado un cambio de hegemonía.

Pero si en estos momentos las potencias emergentes se dan en el este asiático, especialmente en China, podemos considerar que ésta no tiene la combinación de poder y capital para hacer el relevo. Si el gobierno chino tiene el control sobre la mayor reserva fuerza de trabajo del mundo, el capital que invierte viene de Taiwan, de Hong Kong o del Japón.

Esto quiere decir que EE. UU. no puede ser superado por otra potencia hegemónica, lo cual podría dar lugar a un cierto equilibrio de poder entre diferencias potencias, que tendría como base la adaptación de EE. UU., a este nuevo escenario. Este sería un escenario posible, frente a otros como el de un Imperio-mundo dominado por EE. UU. y Europa, o el dominio de China y el sudeste asiático.

Queda, por supuesto, la posibilidad de transformar la economía-mundo capitalista en otro sistema o el de la destrucción final. La crisis de finales del siglo XX y principios del XXI es una crisis de superproducción, debida a la intensificación de competencia entre capitales. La renta es redistribuida a favor de grupos y clases que disponen de alta liquidez pero que no se reintegran en el mercado en forma de demanda efectiva, de inversión material, sino que se orientan hacia la especulación, creando burbujas que explotan regularmente. De hecho es la crisis más seria que ha tenido el capitalismo porque no hay alternativa emergente dentro del mismo sistema, como había pasado anteriormente. Su último libro, Adam Smith en Pekín, trata sobre el tema.

Queda claro para el mismo Arrighi que hay un elemento del que no habla aquí que es fundamental, que es la lucha de clases, que trata en otros trabajos.

Desgraciadamente Giovanni Arrighi fue diagnosticado de un cáncer en julio de 2008 falleció el 18 de junio de 2009. Su obra es una de las grandes aportaciones para el estudio del capitalismo histórico. Adam Smith, Karl Marx, Max Weber, Fernand Braudel y Polanyi fueron su principal inspiración para construir una teoría constantemente contrastada con los datos empíricos. Juntamente con la de su amigo Immanuel Wallerstein, que aunque algo mayor que él está todavía vivo, afortunadamente. Tuvieron sus acuerdos y discrepancias per nos ofrecen en conjunto una caja de herramientas, ciertamente, para entender y sobre esta base transformar el mundo.

Dejar una respuesta